Probó distintas maneras de suicidarse:
cuando intentó saltar por la ventana, vio que era demasiada pequeña para su
grueso cuerpo; el día que quería estrellar su coche, al arrancar se dio cuenta
que no tenia gasolina; cuando se tiró a la vía del metro, la línea azul estaba
fuera de servicio; no atinó a descifrar los símbolos químicos para prepararse un
veneno... Así, varias veces hasta que llegó al intento número trece. Como era
supersticioso, decidió dejar de probarlo. Escribió un libro: ¿por qué es mejor
no intentar suicidarse? Se ha reeditado muchas veces y ahora vive en un
piso con una ventana inmensa donde puede ver su adorado mar.
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