PEQUEÑAS PIEZAS (IV)

       En un instituto del extrarradio de Barcelona el profesor de religión esta sentado en la taza del váter. Esta mañana desayunaba un bocadillo extragrande de jamón serrano y una cerveza, y pensaba que quizás se le acaba el chollo, pues cada vez hay menos alumnos. Justo al otro lado de la pared del lavabo, en una pequeña aula, un estudiante chino, con su padre y la tutora. Liao és el tercer vértice de un triangulo, haciendo de intérprete, mediador y caso en el conflicto. Su padre piensa en integrarlo definitivamente en la vida del restaurante y la profesora intenta convencerlo de que siga estudiando para que haga una carrera universitaria. Cada uno, intentando vehementemente influir con sus argumentos en la opinión del otro. Como árbitro de la contienda, Liao cada vez está más incómodo ante el diálogo pugilístico entre ellos. Tiene 16 años y se pregunta “¿Qué quiero hacer yo?” De repente, entra en el aula el profesor de religión, con el cinturón sin abrochar. “Perdonad, ¿no tendréis papel de váter por aquí, verdad?”

PEQUEÑAS PIEZAS (III)

Una ingente masa de gente se agolpa una mañana calurosa en el Vaticano. Como esperando el concierto de una estrella de rock, sudan, se agolpan par escuchar y ver de cerca al timón de la nave, que parece perdida en un mar moderno de dudas, sin saber que faro seguir para reconducir la fe cristiana. Un chico irlandés y otro italiano se abrazan, emocionados, olvidando la resaca del día anterior, cuando ven aparecer a su timonel, el pontífice, con cara arrugada y aspecto cansado. Su voz, siempre potente, hoy parece débil y entrecortada. Un nuevo caso de pederastia se ha destapado en la prensa mundial, azotando a la iglesia católica. Y él sin enterarse, o sin querer hacerlo. Eso no impide que un par de jovencitas lloren de emoción al verlo. La semana siguiente llorarán igual al ver a Justin Bieber en concierto.

PEQUEÑAS PIEZAS (II)

Laura observa a su madre, recostada en el respaldo del sofá. Como ausente, con su larga melena castaña descuidada y los ojos verdes tristes observa la pantalla del televisor. Cambia como un autómata por los distintos canales de televisión. Vestida con un amplio suéter y un pantalón ancho de pijama, se palpa la tripa. Va a la cocina y se sirve una taza de café. Aburrida, busca un canal de televisión donde presentan concursos telefónicos; llama al número que sale en pantalla. Le toca el premio máximo. 6000 euros por decir el nombre de un país que empiece con A. El más lejano que se le ha ocurrido, donde le gustaría ir. Australia.

PEQUEÑAS PIEZAS

Pestes a Rubalcaba, a los nacionalistas catalanes, a los bascos, a los homosexuales, a todo el que no lea el ABC o la Razón ,dudas sobre la capacidad de Rajoy de “enderezar el país”... Los micrófonos de la COPE necesitan paraguas ante la lluvia de escupitajos que les caen de los contertulianos. Andan encendidos, como siempre, lanzando la larga lista de improperios recurrentes. El sonido llega a las orejas de Antonio, en una larga cola en la oficina de empleo, que  parece mas larga que las taquillas de un estadio de fútbol en día de partido. Hay gente que juega en el teléfono móvil o llama a algún conocido. Algunos releen su currículum buscando errores, otros leen el periódico y con un rotulador grueso señalan ofertas que no podrán conseguir… Antonio observa mientras escucha un nuevo insulto. “Para pensar en lo que dicen estos pájaros, con la que me esta cayendo encima”. Mariano, católico, blanco y cincuentón enciende un cigarro. A su cola Saïd, veinteañero, magrebí y musulmán. Mariano se gira y le ofrece un winston. Los dos observan, tras varias caladas, como el aire disipa el humo de sus cigarrillos.