Una ingente masa de gente se agolpa una
mañana calurosa en el Vaticano. Como esperando el concierto de una estrella de
rock, sudan, se agolpan par escuchar y ver de cerca al timón de la nave, que
parece perdida en un mar moderno de dudas, sin saber que faro seguir para
reconducir la fe cristiana. Un chico irlandés y otro italiano se abrazan,
emocionados, olvidando la resaca del día anterior, cuando ven aparecer a su
timonel, el pontífice, con cara arrugada y aspecto cansado. Su voz, siempre
potente, hoy parece débil y entrecortada. Un nuevo caso de pederastia se ha
destapado en la prensa mundial, azotando a la iglesia católica. Y él sin
enterarse, o sin querer hacerlo. Eso no impide que un par de jovencitas lloren
de emoción al verlo. La semana siguiente llorarán igual al ver a Justin Bieber
en concierto.
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