—Lo
que yo te diga Merche, creo que mi Matías se tira a otra.
—¿Estás
segura? Tú crees que el Matías…
—Sí,
sí. ¿Te acuerdas de lo que hablemos
ayer al mediodía?
—Sí,
que tenía una reunión.
—Sí,
pol la tarde. Pues nada, hija, estoy
segura que ni reunión ni ná de ná.
Pura panoplia.
—¿Y
cómo estás tan segura? ¿Lo has pillado?
—¡Qué
va!, el muy zángano tiene mucha suerte, el jaramago éste. Llega después de
cenar, me da un beso en la mejilla y yo
lo pregunto «¿Y ese olor a perfume cutre, cari?».
—¿Y
qué te responde él? ¿No serán manías tuyas?
—Que
va, Merche, va y me dice, haciéndose el yusivo, «nada, debe ser el olor a
cerveza que me tomao».
—Noo…
—Sí,
Merche. Y yo digo, «Matías, ¿y la bragueta bajada?, ¿Qué tas oblidao de subirla? No tienes edad de ir por allí enseñando el
pajarito…»
—Que
imprudente…
—Descarado,
diría yo. Eso ya es pasarse de anacreóntico. ¿Sabes que mace últimamente?
—Cuenta,
cuenta. Que casi ni me lo creo…
—Pos
ahora la dao por ir a lavabo, y en
lugar de cogerse el Marca, se agarra el móvil. Y yo, «que raro el Matías, cace cuatro días que ni tenía ni el guassap este». Y entro un día mientras
está en plena faena, y esconde rápido el móvil que casi se lo cae a la taza.
—¿En
serio?
—Lo
que yo te diga Merche. Un descerebrao.
Después de tantos años, que maga
esto. ¡A mí! Enviando mensajitos con una cualquiera, con una furcia del tres al
cuarto.
—Ya
ves…
—Se
piensa que vivo colgada de una zarabanda, que no mentero de ná.
—Suena
raro para el Matías, la verdad…
—¿Cierto,
verdad? ¡Con lo que yo he sido y el tipazo que he tenio!
—Hay
que verlo para creerlo.
—Yo,
que en mis tiempos me podría haber ido con cualquiera, y escogí al intrínseco
del Matías.
—Lo
recuerdo, estabas estupenda…
—Con
mis curvas, mis pechos… ¿Tú crees que lo recupere si mago ejercicio?
—¿Quieres
apuntarte al gimnasio?
—Si,
lo que ticiste tú, vaya. ¡Caora te ves estupenda!
—Pues
sí estoy contenta, sí, para que te voy a engañar. Pero no creo que con eso
Matías…
—¿No
crees?
—No,
no, estoy segura…
—Será
que tengas razón, tú que conoces al Matias… ¡Uyyy, pero mira que horas son ya!
Si tengo la compra a medias…
—Si,
yo tengo que ir a la pelu.
—¿No
ibas ayer pol la tarde?
—Al
final no pude.
—Bueno,
Merche, pos no te hago perder más la
mañana.
—Claro.
Me informas.
—Si
guapa. Besos.
—Igualmente.
Se
despiden y ella se aleja en dirección al mercado. Merche, de camino a la pelu
saca el móvil y revisa algunos mensajes. Se asegura que su amiga se aleja,
seguramente recordando las palabras que leyó anoche, y teclea «Matías,
tendremos que ir con cuidado, creo que tu mujer sospecha algo…». Hace una pausa
antes de darle a «enviar» y añade: «y además, haz el favor de esconderle los
puñeteros diccionarios, ¡no hay quien la entienda!».
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